domingo, 22 de abril de 2007

Ricardo Alcoholado

No fue el tiempo quien me puso amarillo

Por Ricardo Alcoholado


Encajar en la sociedad es algo muy difícil en estos días, sobre todo cuando a uno lo consideran como un objeto sin voz ni voto al respecto. Hace algunos meses que trato y trato de buscar gente, pero nadie me detiene para pasar parte de su vida conmigo.

Estuve conversando este tema de la profunda soledad con mis pares, eso de sentirse literalmente vacío, deambulando por la vida sin rumbo alguno, sólo por el placer de recorrer todas esas calles que son la historia de mi vida. No hubo una respuesta que pudiera saciar mi melancolía y mi deseo de estar con gente.

No sé por qué no me encuentran sociable, si lo único que hice fue relacionarme con personas. Toda mi vida la he dedicado a ellos, a todos los que me hacían sentir lleno. Quizá la estética sea mi problema. He tratado de ponerme a la moda para que se fijen en mí y deseen mi compañía, porque así es ahora, es una cuestión de que por más que me vean no me toman en consideración alguna. Me ven de distintas maneras, algunos con extrañeza, otros con una sonrisa cálida, esas que se les da a los viejos amigos con quien uno compartió mucho, pero que por alguna razón, ya no se ven.

Es un tema difícil, ¿saben? De vez en cuando quedo detenido en mi lugar, viendo cómo circulan frente a mí otros como yo, pero más lindos, más completos y mucho mejor adaptados. No me cuestiono a mí mismo sobre qué es lo que tienen ellos y yo no, porque las razones resultan evidentes a la vista. Ellos están a otro nivel.

Pero no es lo superficial lo que me preocupa. Está bien, soy alguien viejo que quizás no está al ritmo de esta sociedad, pero es ésta la que me preocupa. Yo me siento bien como soy, aún me muevo con ligereza y sigo con mi capacidad innata de orientación. Son ellos los que me hacen el quite, aunque haya algunos que dicen quererme, no hay nada concreto al respecto. Es lo malo de trabajar y dedicarte toda una vida a las personas. Éstas son muy cambiantes e interesadas. Te utilizan cual objeto. Se aprovechan, te manipulan, encuentran algo mejor y te desechan. Se creen los únicos superiores e inteligentes, desprestigiando hasta las cosas que han salido de su misma inteligencia para satisfacer su estupidez. Injusto, ¿no lo creen?

Es algo triste en realidad. Saber que uno ha sido tanto para ellos, o por lo menos eso creo yo, y no se acuerden de ti como deberían. Yo he estado en el crecimiento de muchos, por mí varios se reunían, incluso sin haberlo pactado previamente.

En mi momento de soledad y tristeza conseguí una sustancia blanca que me dijeron podría solucionar mi problemas, por lo menos momentáneamente. Era pintura. Así podía pasar como un Transantiago hasta que la pintura se saliera por si misma. Francamente, no tuve el valor.

Creo tener autoridad para decir que me siento vacío. No es un dicho que albergue mucha metáfora como en las personas. Ha sido difícil, lo sé. Sentirse solo, y lo digo en masculino, porque hay que saber distinguir que yo soy un microbús y no una micro, es algo que no le deseo a nadie. Quizás debí haberlo pensado antes. Ya saben, como dije los humanos son buenos para reemplazar las cosas por otras, incluso entre ellos mismos. Tal vez fue algo simbólico que hicieron conmigo. Me pintaron amarillo, como un recuerdo corroído por el tiempo, que queda en la mente. Puede ser que el blanco con verde simbolice algo a futuro…

Si bien mi vida fue en función de las personas, debo decir que me hicieron bastante daño. Ahora estoy vacío, aplicándolo en todos los niveles de la lengua. Me siento solo, errático, confundido ante todo lo que pasa frente a mí, esperando que alguien me recuerde. Sin querer, me humanizaron.

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