lunes, 30 de abril de 2007

Valentina Cabrera

“Parque Forestal”


Por Valentina Cabrera
Cuantas veces hemos transitado por las calles aledañas del Parque Forestal, sin darnos aún que sea un minuto para ver qué pasa allí. Cuando “miramos y no vemos”, ese lugar es sólo un pedazo de tierra con árboles y pasto, pero no es así. Este parque resulta ser el hogar de muchos artistas, vagabundo, niños que esperan encontrar la frescura en los días de calor sumergiéndose en las grandes fuentes de agua que ahí se encuentran, residencia de la vida bohemia donde el músico, escritor o amante de las letras puede sentirse acogido.

Para muchos, el parque de día, es zona de drogas, donde los jóvenes podían ir cuando no entraban a clases, donde existía un constante intercambio de mercancía de dudosa procedencia, y de noche, se transformaba en una especie de antro al aire libre donde el comercio sexual acompañado de hombres borrachos y agresivos eran lo común.


Hace unos cuatro años, este panorama ha ido cambiando. Los fines de semana, las actividades que se realizan allí, son atractivos para todo tipo de audiencia. El parque nos regala espacios libres, espacios sin fronteras, para que las personas que tengan algo que decir ó mostrar lo hagan sin tapujos, sin vergüenzas, pero siempre con respeto.

Las risas y las caras de los niños se iluminan junto a las de sus acompañantes, al ver payasos que pintan sus caras con algunos bigotes y narices similares a las de los gatos o ratoncitos y las maniobras humorísticas junto a mimos que, ofrecen sus rutinas, sólo por “amor al arte” o a cambio de unas monedas. Cheerleaders y organilleros, son los encargados de crear la música ambiental acompañado de un coro organizado por risas, donde la edad no es una condición para participar de esta. El parque Forestal, también es un centro de reunión, para quienes tienen como tradición ir y conversar ó ver el cielo. También es un lugar de reencuentro, donde aquellos que se fueron del país o de Santiago, se juntan en los cafés o bares cercanos a tomar algo, para contar sus anécdotas. Los jugadores de Ajedrez o Damas llenan con tableros profesionales o improvisados, los rincones más tranquilos del sector. Y las tradicionales “pichangas” demuestran un espíritu más bien de grupo que competitivo y agresivo.

El Parque Forestal, nos regala no sólo estos espacios artísticos, sino que lo hace dándonos un sin fin de rutas y bulevares para los amantes, para aquellos que van de la mano y se expresan a susurros.


No somos capaces muchas veces de alabar lugares como éstos. Sus actividades son invisibles para las personas que no se dan un minuto para observar lo que acontece. Este parque, este pedazo de tierra llena de árboles y pasto, no es sólo eso. Nos da intimidad, alegrías, nos da un espacio para explayarnos, ser quienes somos o quienes queremos ser aún que sea por unas horas.


La zona residencial no es de lo mejor, aún faltan muchos años para que sea un lugar exento de delincuencia, pero se está luchando para que sea considerado un área cultural apto para quien quiera desligarse por unos instantes de aquel mundo monótono en que nuestra sociedad vive.




Con el paso de los años se han ido descubriendo los espacios que el Parque Forestal mantenía escondidos.

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